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OFRECEMOS

- Atención Primaria de la Salud - Relación Solidaria entre Vecinos - Integración con Acento Comunitario 


-Desde el Programa Talleres del Centro de Salud ....definir comunidad ...

Se define comunidad como un conjunto de interacciones, comportamientos humanos que tienen un sentido, y expectativas entre sus miembros, que comparte un medio geográfico con características propias en un espacio histórico. No son sólo acciones, sino las  basadas en esperanzas, valores, creencias y significados compartidos entre personas. Según como se establezcan sus vínculos más amplios o menos amplios, habrá o no una mayor heterogeneidad...



OFRECIMIENTO ;


      EL PROGRAMA  PROPONE A PERSONAS CON ALGÚN CONOCIMIENTO EN  TEMATICAS  REFLEXIVAS PARA CHICOS Y ADULTOS CON LA POSIBILIDAD DE 
 INCORPORARLOS AD HONOREM    Y   LA POSIBILIDAD DE ADQUIRIR DESTREZAS QUE LES PERMITAN CONSTRUIR UN SALTO CUALITATIVO EN SUS APRENDIZAJES ADQUIRIENDO MAYO SEGURIDAD-

Y  APLICANDO TECNICAS EN EL DESARROLLO DEL PROGRAMA QUE TIENE LA MODALIDAD DE SER TOTALMENTE GRATUITO.

LOS ESPERO 
LIC VERONICA DELRIO














Desde el Centro de Salud 
Dr Francisco Agosta

Área Programática Hospital Pirovano 
Dra Miriam Marina

Nuestra distinción:



Atención Primaria de la Salud  

Relación Solidaria entre Vecinos 

Integración con Acento Comunitario 

Programa Talleres de Producción, Reflexión y Recreación

Coordinación General 
Lic Verónica Delrio.



TALLERES QUE OFRECEMOS, Totalmente Gratuitos



PARA TERMINAR LA PRIMARIA..... SIN LIMITE DE EDAD


TRABAJO CORPORAL ... PARA ADQUIRIR PLENA FLEXIBILIDAD


ALIMENTOS EN MI VIDA..... PARA HACERLA SALUDABLE


MEMORIA Y REFLEXIÓN .....PARA SONREIR EJERCITANDO


COMPARTIENDO CINE......CON CONOCIMIENTO Y RECREACIÓN


PINTURA DECORATIVA.... SIN SABER DIBUJAR NI PINTAR


QUE ESTA PASANDO EN MI VIDA.....PARA REFLEXIONAR LA  COTIDIANIDAD


TEJIDOS...... PARA   TODA MI FAMILIA Y VENDER


MUSEOS  Y PATRIMONIO.... PARA AMPLIAR NUESTRO SABER CULTURAL.








PRENSA Y DIFUSION A CARGO DE ROMINA CAPUTO 













Cuento:El País de las Cucharas Largas


Cuando nos ayudamos unos a otros, todo resulta mucho más sencillo.
  Cuentan que viajaba un extranjero por un país extraño y, perdido como estaba a causa de un mapa más bien escaso de indicaciones, el azar lo condujo hasta un minúsculo pueblo que parecía estar formado únicamente por dos enormes casas, una a cada lado de la carretera. “Bienvenido al País de las Cucharas Largas”, saludaba un letrero a la entrada del pueblo. Pero lo cierto es que no se veía un alma. No fue hasta que aparcó el coche y paró el motor que le pareció escuchar algún tipo de murmullo, ruidos, voces apagadas y lejanas.
  Se bajó del coche con la esperanza de encontrar a alguien que le indicase cómo volver a la carretera principal y se dirigió a la casa de donde parecían proceder tan sordo jaleo. Lo cierto es que conforme se fue acercando a la entrada los sonidos procedentes del interior iban haciéndose cada vez más fuertes. Al principio el extranjero se animó ante la evidencia de que allí había gente. Tal vez, pensó, estén todos celebrando alguna reunión vecinal. Pero en cuento atravesó el umbral del edificio su ánimo se transformó en preocupación. Ahora, claramente, se oían gritos, lamentos, llantos…
  Apresurado por prestar auxilio el extranjero encontró la habitación de donde provenía semejante algarabía. Y cuál fue su sorpresa cuando, al abrir las puertas, se encontró con una sala de banquetes, llena de largas y blancas mesas, y sobre ellas una extraordinaria abundancia de comida. Platos de todo tipo, carnes de las más variadas, frutas, postres, mariscos, inmensas tartas decoradas… A pesar de lo cual los comensales allí reunidos no dejaban de llorar desconsoladamente, de gritar hasta el desespero. Todos tenían una delgadez extrema, la cara demacrada, los huesos de las… ¡Cielos! Se fijó el extranjero. No tenían manos. En su lugar tenían enormes y largas cucharas. Unas cucharas extremadamente largas. Tan largas que resultaba imposible llevarse nada a la boca. ¡Dios mío, la gente estaba llorando de hambre!
  Por supuesto que en cuanto lo vieron entrar todos intentaron abalanzarse sobre él, en un intento desesperado por que les ayudase a comer. Afortunadamente, el extranjero supo reaccionar a tiempo y salir huyendo.
   Las prisas y la inercia lo llevó a refugiarse al edificio de enfrente. Y a penas cuando le asaltó el temor de volver a encontrarse con una situación similar lo que escuchó fue una dulce música y risas. Parecía… Sí parecía una… ¿fiesta? No dudó en acercarse a fisgonear y en efecto, en una sala muy parecida a la del edificio anterior, encontró una enorme sala de banquetea, llena de largas y blancas mesas, y sobre ellas la misma extraordinaria abundancia de comida. Pero allí la gente era feliz. Carecían de manos, como sus vecinos. En su lugar también tenían enormes y largas cucharas que les impedían llevarse la comida a la boca. Pero allí todo el mundo estaba alimentado. Cada comensal, pausada y cariñiosamente, daba de comer a su pareja de mesa.